La úvea, también conocida como cubierta media del globo ocular, túnica vascular y tracto uveal, es la capa media del ojo. Se encuentra debajo de la parte blanca del ojo (la esclerótica) y está formada por tres estructuras: el iris, el cuerpo ciliar y la coroides. Estas estructuras controlan varias funciones del ojo, como la adaptación a distintos niveles de luz o a las distancias de los objetos. Distinguimos dos partes en la úvea: la anterior (iris y cuerpo ciliar), en contacto con el cristalino y las estructuras de la cámara anterior, y la posterior (coroides), en contacto directo con la retina.
La úvea es muy sensible a procesos infecciosos e inflamatorios, ya que es el tejido con más vasos sanguíneos del organismo. Cuando las estructuras que conforman la úvea se infectan, esta infección se denomina uveítis. La uveítis es una de las causas de ceguera más frecuentes del mundo. Esta infección provoca una gran pérdida de la visión debido a su contacto permanente de partes del ojo muy delicadas, como la retina.
La mayoría de pacientes afectados por uveítis tienen entre 20 y 50 años, siendo menos común en los diez primeros años de vida y descendiendo su frecuencia a partir de los 60 años. La frecuencia de un tipo o otro de uveítis varía en función del punto geográfico en el que nos encontremos, debido a factores genéticos y alimentarios. Hay tipos de uveítis causadas por parásitos y hongos localizados en puntos concretos del planeta. Las causas de la uveítis pueden ser muy diversas, de tipo infeccioso, inflamatorio, autoinmune o debido a traumatismos o causas genéticas. Sin embargo, las uveítis son complicadas de diagnosticar, y en ocasiones la causa ni siquiera llega a conocerse.
Si la dolencia se encuentra en la parte anterior de la úvea, podemos notar una mayor sensibilidad a la luz (fotofobia), enrojecimiento de los ojos, visión borrosa o dolor ocular. En cambio, si la afectación es en la parte posterior, es probable que no notemos dolor, aunque sí una pérdida de visión. Ante la aparición de los primeros síntomas es muy importante acudir al oftalmólogo de inmediato.
Existen diferentes tratamientos según la tipología y localización de la uveítis: mientras la anterior (la más común, también denominada iritis) se trata con colirios antiinflamatorios, la posterior (coroiditis o coriorretinitis) se combate con cortisona por vía oral o mediante infiltraciones en los alrededores del ojo. Asimismo, la uveítis asociada a un proceso crónico puede requerir el uso de fármacos inmunomoduladores. La intervención quirúrgica puede estar indicada para complicaciones asociadas a la uveítis, como las cataratas, el glaucoma, o el desprendimiento de retina.
El pronóstico también es distinto en función del tipo de uveítis. Con el tratamiento apropiado, la mayoría de los ataques de uveítis anterior desaparecen en pocos días o semanas, aunque puede aparecer de nuevo tiempo después. La inflamación relacionada con la uveítis posterior puede durar de meses a años y puede llegar a causar daños permanentes en la visión.
Si quieres más información sobre la uveítis o crees que podrías padecer una de sus posibles afectaciones, no dudes en ponerte en contacto con nosotros y pedir cita para una revisión oftalmológica.
Pingback: Un 2016 dedicado a la salud ocular | Dr. Carlos Carreras-Candi Ribas