Hoy os hablamos de una enfermedad muy poco común, pero no por ello poco estudiada. Se trata del queratocono, una malformación de la córnea, en cuyos pacientes se muestra anormalmente adelgazada y hacia adelante. En 1748 Burchard Mauchart, un célebre oftalmólogo alemán, describió por primera algo parecido al queratocono, al que denominó staphyloma diaphanum.
Sin embargo, fue en 1854 cuando el médico británico John Nottingham desarrolló un estudio sobre este fenómeno, distinguiéndolo de otras malformaciones de la córnea. Nottingham listó las las características clásicas de la enfermedad, incluyendo poliopía, la debilidad de la superficie de la córnea, y dificultad para encontrar lentes correctivas apropiadas para el paciente debido a la forma cóncava de la parte más externa del ojo.
Lo cierto es que se desconocen con exactitud las causas que originan el queratocono. Algunos estudios lo consideran hereditario, mientras otros expertos opinan lo contrario. Lo que se conoce con mayor exactitud es que esta enfermedad se reproduce aproximadamente en un 0,05% de la población, es decir, en 1 de cada 2.000 personas.
Los síntomas del queratocono son parecidos a los de cualquier defecto de refracción ordinario. Los afectados por queratocono temprano sufren de visión borrosa y, a medida que la enfermedad progresa, su visión empeora lentamente, habitualmente a lo largo de 10 ó 20 años, tras los cuales se detendrá. Sin embargo, en ocasiones los defectos de la visión pueden avanzar con mayor velocidad. También, en algunos casos, uno de los ojos puede mostrar problemas de visión mucho más severos que el otro.
También es frecuente que los pacientes afectados por el queratocono desarrollen fotofobia (hipersensibilidad a la luz) o que cojan el mal hábito de frotar vigorosamente sus ojos debido a la visión borrosa. Este último es un factor que empeora el queratocono, por lo que los pacientes son avisados sobre los riesgos que les conlleva el frotarse y se les suele recetar colirios para evitar la sensación de hormigueo.
Los casos más leves de queratocono son tratados con unas lentes de contacto especialmente diseñadas para el paciente. Cuando la visión no mejora con esta técnica, se debe valorar la cirugía, habitualmente un trasplante de córnea, aunque también se han probado con éxito otras técnicas quirúrgicas como la termoqueratoplastia, o la adición de tejido corneal. Estas cirugías presentan unos altos índices de éxito, pero no están libres de riesgos, especialmente en el caso del transplante, ya que hay la posibilidad de que el cuerpo rechace el injerto donante.
Si has detectado síntomas de esta enfermermedad o de cualquier otra dolencia que afecte a tu salud visual, no dudes en ponerte en contacto con nosotros y te atenderemos para hacerte un diagnóstico profesional personalizado.